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Noventa y tres días en total. Noventa y tres jornadas de entre piernas sin descanso. Noventa y tres "ortociclos" viendo al ano (y dando el callo). Y hoy por fin, después de tantas y tantas jornadas ano-nadada llego el día de no verle el ojete al Adolfete.
Ni un momento ha metido su culo (me lo conozco de memoria) por el garaje del hotel donde estoy recluida.
No os engañéis, este regalito del destino tiene una explicación muy sencilla. El tío se ha pasado el día durmiendo y comiendo, ¡que carallo!, que ya tocaba. Y es que en las últimas etapas yo ya lo veía más doblado que el calzoncillo de un taxista.
Venga, venga, a relajarse todo dios... |
Después de la jornada embajadora de ayer, hoy tocaba relax. Y Adolfo se lo ha tomado muy en serio, ya os digo. Dormir hasta las dos, comer hasta las tres, siesta hasta las siete y cervecita hasta las nueve. De ahí para la cama. Ya veis, el tío se ha echado a "la dolce vita".
Merecido lo tiene por lo vivido y por lo que queda por venir.
Si es que el hotelito está para pasarse aquí una semana. |
En dos días salimos hacía Azerbaiyán y allí nos quedan las difíciles gestiones de lograr los visados de Kazajistán y Uzbekistán. Luego ferry por el Mar Caspio hasta... ni de coña os lo voy a contar, si queréis saberlo ya sabéis... mañana más...
Pues aquí lo dejamos, con el anochecer. |
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