Acumulado: 2455 Km
Pues sí. Por fin hemos podido experimentar lo que un aguerrido montañero del Himalaya siente cuando está en el campo IV en la soledad de su tienda.
Bueno con matices. No me refiero a las condiciones reales a ocho mil metros, con una hipoxia brutal, mareos, vómitos, temperaturas de menos treinta grados y las barbas congeladas. Por ahí podríamos pasar. Pero hay otras cosillas en que lo calcamos macho.
Adolfo me ha pedido que le ponga esta foto por si ve su madre el blog. Es que si ve la pinta que tiene hoy, se lo lleva a Vigo de una oreja. |
Adolfo se ha tomado el día libre. Las circunstancias obligan. Ha montado el doble techo en un bosque a las afueras de Mantova, ha hecho unos surcos alrededor de nuestra madriguera y se ha metido para dentro cuan lirón en otoño. Bueno, a mí también me ha metido. Es de agradecer.
¿Qué tiene que ver todo esto con el campo IV del Everest?
Pues como diría Jack el Destripador, vamos por partes.
Hay dos situaciones, la del exterior y la del interior.
La del exterior:
- Estamos a 6 grados, el frío nos cala huesos y hierros (no estamos a mucho altura pero se notan cerca los Apeninos septentrionales).
- Llevamos todo el día con un aguacero olímpico. Lo del diluvio universal comparado con esto fue de chiste.
- El viento está poniendo a prueba nuestro chiringuito. Me río yo del Monzón.
La del interior:
- No hay quien salga de la guarida. Cualquiera se atreve. Bueno rectifico. En este humilde rincón hasta el más hombre se baja el pantalón. La necesidad apremia y si hace falta cagar pasado por agua se caga. Pero solo una vez (conociendo a Adolfo tiene merito).
- La ropa está húmeda, lo que provoca que la sensación de frío te coma por dentro. En mi caso, de tanta humedad, se me está reoxidando el cuadro a velocidad de vértigo.
- El aburrimiento impera. Es que no sabéis lo que es estar todo el día metida en un doble techo sin asomar el manillar al exterior. Adolfo por lo menos sale a cagar, pero yo.
- La suciedad. Ya son días sin lavarse (el Adolfo). Con deciros que entró una mosca y salió a vomitar…
Menos mal que escribo estas crónicas que si no estaba de suicidio bicicletero.
Pues eso, como en el campo IV del Everest. Frío, viento, humedad, suciedad y aburrimiento. Por lo menos tenemos aire, no está mal. Aunque aquí dentro huele a muerto.
Corto, cierro y me pongo oxígeno… ata mañá.
Nunca choveu que non escampara. Sen chuvia non podemos apreciar os soles. Un sol para Babieca e outro para Adolfo!!
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