Salida: 10:30
Llegada: 18:00
Acumulado: 1792 Km
Una de las cosas más bonitas que tiene el viajar es que realmente no sabes con que te vas a encontrar cada día. Es la emoción del viajero, que provoca que le dé a uno la sensación de que los días son más largos y que el tiempo pasa más despacio. Cada jornada es una aventura y con ese espíritu nos levantamos a rodar Adolfo y yo cada mañana.
Adolfo loco de tanta aventura. |
Hoy nos ha pasado una de esas cosas que cuando la cuente os parecerá broma, pero que es real como la vida misma.
Nos levantamos tarde. Adolfo está durmiendo en estas costas francesas estupendamente, mucho mejor que en los albergues de peregrinos llenos de coreanos y demás fauna "pirigrina". Ahora no hay quien lo mueva del saco antes de las diez.
Pero como camarón que se duerme se lo lleva la corriente, el pinar en el que dormíamos empezó a ser invadido por una multitud ingente de niños que venían de excursión. Eso hasta que nos vieron y salieron pitando a chivarse a las profesoras de que había “un pauvre mendiant” (un pobre mendigo) tirado en el monte.
Bueno, a decir verdad, todos los niños salieron corriendo exceptuando dos encantadoras niñas que ofrecieron a Adolfo unas galletitas. Menudas valientes, porque la pinta de Adolfo después de dormir más de diez horas en el monte es terrorífica.Si es que no se puede ir así por Francia "palante"...
No os voy a contar la cara de gilipuertas que le quedó al monstruo de Adolfo… hoy toca ducha y afeitado.
Hasta aquí llegaron las incautas de las
niñas. No me digáis que no eran valientes.
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Solucionado el conflicto diplomático y después de paparse el tío un bocadillo de Nutella nos metimos en ruta.
A mí por las mañanas no me hace mucho mantenimiento que digamos, pero cuando llega al primer destino de la mañana se para a acicalarme. Y este objetivo no era otro que Marsella.
Curiosa Marsella. Hay de todo menos franceses. La comunidad Magrebí está bien representada aquí. Vamos que es más fácil depilar al hombre lobo que encontrar un franchute en esta ciudad.
Por otra parte he de deciros que es una ciudad preciosa. Tiene ese encanto bohemio de la Francia del siglo pasado, mezclado con ese colorido que le dan los años y años de convivencia multicultural de infinidad de pueblos del Mediterráneo.
Uff que hortera, esto parece de otro blog pijo de viajes guays…
Si os fijáis a la izquierda de todo, en los árboles, hay un tío meando. |
Pues Adolfo me dirigió al centro de la ciudad, a una placita preciosa rodeada de árboles y flores. Paró en una cafetería y pidió un “café au lait” al módico precio de cinco euros. Toma... ¡Primer atraco del día!.
Y digo primero porque a los cinco minutos de estar en la plaza, cuando Adolfo estaba desatascándome la cadena (la tengo de mierda hasta las pastillas) empezamos a oír lo que parecía ser una fiesta Mariachí con petardos, sirenas y animaciones varios. Los cojones (con perdón) era un tiroteo en toda la regla. !Segundo atraco!.
Anda que no hay horas del día para atracar un banco, que llegamos nosotros a que nos tanguen cinco euros por tomar un café y van unos ladrones del tres al cuarto a jodernos la marrana.
La verdad es que nos hubiéramos quedado a ver el espectáculo pero la policía que estaba pegando tiros a diestro y siniestro nos sacó de allí por piernas (y ruedas) a todos.
¿Y quién nos devuelve a nosotros los cinco euros del café au lait? Porque cuando nos largaron de allí Adolfo no lo había ni probado.
Total, que a nosotros también nos atracaron…
Vamos, que Marsella es más peligrosa que una aguja en un pastel.
Aquí tenéis a Naranjito 30 años después. |
Cuando nos dimos cuenta de que allí no se nos perdía nada, decidimos salir por pedales por la carretera de la costa camino de Toulon.
No sé si lo sabéis, pero esta provincia se llama los “Alpes Marítimos” y desde luego hace honor a su nombre.
La carretera preciosa, toda pegadita a la costa, pero con un sube y baja de mil demonios. Se nos hizo más pesada que una vaca en brazos. Que subiditas, que curvitas, que bajaditas, que repechos…y que playitas. Porque ese es el final feliz de cada día, que da igual lo burra que se ponga la carretera, cuando bajas un poco, te vas a encontrar una playuquí que te enamorará.
Pues aquí os dejamos, buscando donde caernos muerto, que seguro que es un sitio precioso… !amigos amanhã!
Qué bien, hoy soy el primero en comentar. Aprovecho para darle las gracias a Luis por su paciente trabajo relatándonos la anábasis adolfiana.
ResponderEliminarUn abrazo, Luis! En breve podré ponerme al día con mis responsabilidades. Puede que mañana estemos de vuelta en casa.
Edu.
pero Adolfo! ¿no te da vergüenza asustar así a unos pobres escolares franceses?..van a pensar que ahora emigramos en bici....
ResponderEliminarAllez!! Allez!! Adolfiøo!
ResponderEliminarMary y Miguel
Me cago en la.madre que parió a los niñitos menudo despertar. Lo del atraco fue la puñeta. Nada mas entrar en marsella y la polo se lía a tiros con unos marroquis que estaban robando un banco. Esto me pasa en Irán y me vuelvo pa casa echando leches, pero como es pijolandia todo queda muy exótico y no pasa nada.
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